La Navidad es tiempo para dar-pero ¿que haces cuando a nadie le importas? Para Zachary Weston Navidad significa dormir bajo un intenso frÃo y nieve en un banco en el patio de una iglesia sin esperanzas para el futuro. Echado de su casa por ser homosexual, está sin dinero y sin un lugar de refugio.
Hasta que un desconocido le muestra que hay algunas personas a quién sà le importas Ben Hamilton es un policÃa novato en su pueblo natal. El encuentra un joven sin hogar, recién llegado de la ciudad, durmiendo en un banco en el patio de la iglesia en una Nochebuena frÃa y nevada.
¿Será el el que le de a Zachary su propio milagro navideño?
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Capitulo 1
La
Primera Navidad
—Oye! No puedes
dormir aquÃ.
Zachary Weston habÃa cerrado
los ojos y se habÃa quedado dormido. Ese simple hecho significaba que estaba
fÃsicamente exhausto, no podÃa seguir despierto. Rápidamente se quedó dormido.
El sueño de un hombre desesperado.
A pesar del fuerte dolor en
su espalda baja. Él habÃa resistido el dolor durante la última semana.
Irónicamente las heladas temperaturas habÃan adormecido sus extremidades,
ayudándolo a calmar el dolor.
En sus sueños él veÃa una
crepitante chimenea detrás de una reja de hierro, las flamas rojas y doradas le
daban una hermosa luz al cuarto decorado por la Navidad. Un alto árbol estaba
en la esquina más alejada, brillando con pequeñas dulces y brillantes luces y
cintas y esferas de variados colores.
—No puedes dormir aquÃ.
Los regalos estaban
dispersos y apilados al azar y descuidadamente acomodados, eran demasiados.
Libros y música y caliente ropa estaban envueltos en brillante papel y listones
plateados o dorados, su nombre escrito en letra dorada, algunos de ellos le
correspondÃan.
—Oye, no puedes dormir aquÃ.
Afuera estaba nevando, no
una tormenta, solo suaves copos. Que caÃan en una hechizante danza que se unÃan
en suaves capas sobre el ya escondido a la vista césped. El frio se quedaba
fuera de la ventana en donde las gotas se congelaban como delgados dedos blancos
que formaban patrones de hielo al azar sobre el vidrio que reflejaba los
colores de las luces del árbol.
—Oye…
Zach se inclinó y tomó el
primer regalo, vio a su mamá. Ella sonrió al ver a su hijo tan emocionado,
asintió compartiendo el entendimiento con su papá. Ambos tenÃan mucho amor en
sus ojos.
—¡Oye!
Alguien le hablaba fuera del
cuarto, pero él no podÃa ver quién. Pero eso no importaba porque si se
concentraba con fuerza él podrÃa enfocarse en los regalos. Se estremeció, el
frio penetraba en él, e inconscientemente se movió más cerca del fuego, frunció
el ceño cuando el calor cerca de él disminuyo. Estúpido fuego. Tomó el
siguiente regalo, jaló el papel rojo y plateado y descubrió una suave, gruesa y
cálida sudadera, en el sorprendente azul que su mamá decÃa que combinaba con
sus ojos. A pesar del fuego, él seguÃa malditamente frio, y rápidamente se puso
el caliente y suave material que al hacer contacto con su congelada piel se
sentÃa muy confortable y cálido. Sonrió mientras era envuelto del afecto, del
amor y el calor de una Navidad familiar mientras él estaba con su suéter.
—No puedes dormir aquÃ.
Zach se despertó. La voz
fuera del cuarto repentinamente estaba justo en su oÃdo y los últimos vestigios
de sueño no eran nada más que recuerdos en su cabeza. Abruptamente, sus ojos se
abrieron completamente y después de un segundo, se enfocó en la fuente de las
palabras. Zach realmente veÃa muy poco más allá de la borrosa insignia plateada
y el uniforme azul marino y entonces se enfocó en los ojos de quien hablaba.
HabÃa una ligera iluminación debido a las farolas de la calle y habÃa humo
blanco en el aire, creado por la respiración del hombre. ¡Mierda!. Alguien
debió haberlo visto y lo reportó, o el policÃa lo vio. Él se tendrÃa que mover
de nuevo. Jaló su delgada chaqueta para cubrirse, el recuerdo del suave
material azul le llegó a la cabeza y se desorientó momentáneamente.
Zach tenÃa la esperanza de
evadir a la ley, cautelosamente optimista se habÃa quedado en el cementerio
esperando que fuera un santuario para pasar la Noche Buena.
—Lo siento. —Dijo
rápidamente, poniéndose de pie tan rápido como pudo moverse, eso no fue
realmente rápido considerando el frio dolor que parecÃa dividir sus huesos en
dos. Maldijo cuando se le cayó la manta de sus entumecidas manos y cayó sobre
la nieve en sus pies. Eso era lo único que tenÃa para calentarse, una raÃda
pieza de tela que se habÃa robado de una tienda de segunda cuando la mujer le
dio la espalda. Y ahora la maldita cosa estaba húmeda.
Aún asÃ, ese no era el
momento para preocuparse por eso; el policÃa querÃa que él se moviera. Se
inclinó para levantarla, solo que la tierra pareció girar a una alarmante
velocidad frente a su cara. Fuertes brazos lo sostuvieron evitando que cayera
de cara en la nieve, pero él se giró rápidamente apartándose. El hombre podrÃa
ser un policÃa, podrÃa usar una placa, pero nadie lo tocaba. Zach sabÃa lo que
él podrÃa querer del niño que aún era. Él no era un estúpido, y él habÃa
esquivado lo suficiente en la ciudad.
—¿Qué edad tienes? —el
policÃa preguntó, viéndose preocupado y muy autoritario.
—Dieciocho —Zach rápidamente
mintió. Dio un paso atrás hasta que sus piernas toparon contra la banca en la
que habÃa estado descansando. El policÃa se acercó, parecÃa grande a pesar de ser
unos centÃmetros más pequeño que Zach, su cara profundizó el ceño fruncido.
—¿Qué edad tienes realmente?
—El policÃa insistió, su expresión calmada, su voz baja y curiosa.
Zach mordió su labio
inferior, sintiendo la sangre caliente contra su lengua, el estremecimiento que
comenzó en su interior se convirtió en un temblor manifiesto que sabÃa que
incluso el policÃa lo podÃa ver. Cuidadosamente Zach levantó la manta, empapada
y helada y trató de crear una barrera entre él y el oficial de
la policÃa con la intensa mirada.
—Diecisiete— finalmente dijo
Zach, deteniendo los dientes para evitar que castañearan, —pero cumpliré
dieciocho en unos dÃas—. Él agregó lo último, dándole al policÃa una salida.
Pero él querÃa agregar. Solo déjame en paz. No lastimo a nadie.
—Ben Hamilton. —El policÃa
dijo suavemente, le extendió la mano como si esperara que Zach se la
estrechara. Zach estaba confundido, esperando por el brillo de las esposas,
inseguro él enterró sus manos entre la manta que sostenÃa.
El policÃa, Hamilton, no
movió la mano, la sostenÃa firme y fija. Finalmente Zach sacó su frÃa mano, la
textura del guante de piel del oficial era suave y extraña al tacto.
—Zach. —Se presentó con suma
cautela, recordando no mencionar su apellido. El policÃa no lo jaló, solo
asintió y retiró su mano.
—Entonces, Zach, ¿Qué sucede
contigo? ¿Por qué estabas acostado en una banca de la Iglesia San Margaret en
Noche Buena?
El oficial no gritó,
preguntó tranquilamente, pero Zach inmediatamente iba a comenzar a defenderse.
El gesto en la boca del policÃa era de preocupación y entrecerró los ojos
mientras contestaba.
—Yo… —Zach se detuvo,
pensando en las posibles mentiras, en las historias que habÃa usado para
persuadir a la gente para que lo dejara en paz. Nada parecÃa correcto en este
momento. HabÃa algo en el policÃa. Un hombre que no parecÃa mucho mayor que él.
Un oficial que no era un policÃa de la ciudad sino un policÃa de una pequeña
ciudad. No podÃa ser parte del sistema como los policÃas de la ciudad que le
dirÃan que se fuera a casa. No tengo casa. Quizás… ¿quizás deberÃa
decirle la verdad?
—No puedo ir a casa ahora
—finalmente dijo, sobresaltándose cuando la mano enguantada del policÃa trazó
el moretón sobre su ojo izquierdo y la lÃnea de su mandÃbula.
—¿Quién te hizo esto, Zach?
¿Sucedió aquà en esta ciudad?
Las palabras del policÃa
eran suaves querÃa compartir el secreto, suavemente insistiendo, no a modo de
policÃa. Zach se alejó instantáneamente del suave toque. Una frÃa cuchillada de
incertidumbre se le clavaba en la piel mientras que contemplaba los oscuros
terrenos de la solitaria iglesia con este hombre. ParecÃa suficientemente
amistoso, pero ¿Qué si solo era otra actuación? Cuidadosamente y tratando de no
revelar sus intenciones, el vio a la izquierda y luego a la derecha. Si él
fuera a correr, necesitaba saber a dónde dirigirse o podrÃa ser arrinconado si
le daba la delantera. A la derecha habÃa un denso follaje que bloqueaba la
salida, a la izquierda estaba la puerta del cementerio de la iglesia y unos
escalones de piedra. Esa era la mejor apuesta. Cambió el peso a su pierna
derecha preparándose para en un momento empujarlo y correr hacia la puerta. Su
pierna tembló con el aumento de presión y sabÃa que probablemente se caerÃa con
el primer escalón. Aun asà cualquier plan era mejor que no tener un plan.
—Me caà —dijo firmemente, la
misma lÃnea que habÃa usado la mayor parte de su vida, la misma lÃnea con la
que se habÃa ganado miradas que iban de la piedad a la duda. Cuando él les
decÃa esas palabras a la gente de los comedores de beneficencia, a los policÃas
en la esquina, o en el albergue de desamparados, le habÃan insultado, le habÃan
hecho proposiciones, le habÃan gritado o empujado con disgusto. No esperaba más
de otro hombre con autoridad.
—Uh huh. —El oficial no
presionó por más información, solo asintió ante la sencilla declaración y dio
un paso apartándose. Él habló directamente en su radio. — Me dirijo a casa
ahora nada de qué preocuparse en la iglesia. —La estática quebraba la calma de
la nieve cayendo en el aire, una delgada voz respondió el mensaje en el radio
con una serie de códigos y un nombre, Ben. El policÃa vio a Zach, y Zach evaluó
que ahora el policÃa estaba a dos pasos de distancia de él, dirigirse a la
puerta serÃa más fácil. —No puedes quedarte aquÃ. Te encontraré un cuarto para
esta noche, trataremos con lo demás mañana.
Zach abrió más los ojos. No
iba a ir a ningún lado con extraños, no a menos que él estuviera bajo arresto.
¿Ese policÃa iba a encontrarle un cuarto? Probablemente uno en las afueras
llamado motel. Mierda. No habÃa forma de que eso fuera a suceder. Apenas y
habÃa salido con vida dos noches antes de una propuesta mucho más envuelta en
la sugerencia de esperanza que lo que el policÃa le habÃa dado. Zach habÃa sido
más que ingenuo.
Enderezándose en toda su
altura él apretó los labios con determinación. Él no iba a intercambiar un
infierno por otro, no correrÃa el riesgo.
—No. Gracias, pero no, tengo
que… ir a la estación a tomar el tren. —Trató de que su voz no se oyera con
desesperanza, intentó oÃrse seguro. Oyó las palabras en su cabeza y él sabÃa
exactamente lo que él estaba diciendo. Claramente tenÃa el propósito de
quedarse en la banca bajo la nieve la Noche Buena y el policÃa deberÃa de
respetar eso. Este es un paÃs libre.
—Está bien, Zach —el policÃa
suspiró—, podemos hacerlo de una de dos maneras. Es tarde y es la noche antes
de Navidad. Realmente quiero ir a casa a estar con mi familia y tú lo estás
haciendo muy difÃcil. Ahora o vienes conmigo, a comer algo decente, darte una
ducha y quizás ponerte algo de ropa cálida y luego tener un buen sueño en una
cálida cama. Esa seria tu elección, o puedo hacer esto oficial, arrestarte y
obligarte a ir.
Zach oÃa cada palabra viendo
alrededor desesperado, la pequeña iglesia, el cementerio, la banca, la nieve y
de nuevo al policÃa que realmente se veÃa joven frente a él. Estaba tan
enproblemado. El hielo bajo sus pies subÃa por sus miembros llevando ese
insistente dolor. Estaba perdiendo la fuerza de sus piernas. Él habÃa estado
huyendo durante muchos dÃas, habÃa logrado mantenerse lejos de todo y de todos,
y solo faltaban dos dÃas más para que dejara de huir. ¿Por qué ahora su cuerpo
habÃa decidido renunciar?
—Entonces —el policÃa
continuó—, no tenemos toda la noche. Realmente no quiero pasar toda la Noche
Buena parado ante tu cuerpo congelado y explicando tu muerte a los médicos.
¿Entonces que elijes?
Él no tenÃa una elección.
Esa era una situación sin elección. Él sabÃa eso y el policÃa sabÃa eso. Se
enderezó lo mejor que pudo. El dolor en su baja espalda ardÃa más que lo usual,
a pesar de que el frio de la banca lo habÃa entumecido ligeramente.
—Está bien. —Zach dijo
tranquilamente. Después de todo él era un policÃa. ¿Qué podÃa estar mal en
querer estar caliente una sola noche? —¿No en una celda? — preguntó
cautelosamente.
El oficial Hamilton se dio
media vuelta y comenzó a alejarse de la banca.
—No, no en una celda.
—¿Lo promete? —¡Maldición!
¿PodrÃa haberse oÃdo más infantil? HabÃa manera de que se oyera como un adulto
responsable que tenÃa bajo control su vida. No.
El policÃa se detuvo al
verlo, y metió las manos en
los bolsillos de su gruesa chaqueta. Zach se encontró viéndolo con
envidia.
—Lo
prometo. —Se giró, claramente esperando que Zach lo siguiera, cómo lo hizo. Él
lo hizo. Recorrió el helado camino con los delgados tenis que se habÃa
encontrado tirados hace una semana. Maldijo por lo bajo, el policÃa llevaba
botas que le ofrecÃan agarre para la nieve y él tenÃa que luchar para
mantenerse de pie. Era humillante andar trastabillando por el camino igual a un
patético perrito perdido detrás del policÃa. Al mismo tiempo, Zach admitÃa que
él no podrÃa rebasar al policÃa si decidiera actuar ante el impulso de alejarse
como alma que lleva el diablo del hombre uniformado. Asà que lo siguió lo mejor
que pudo.
* * * * *
Caminaron en silencio por
cerca de unos diez minutos en las frÃas calles vacÃas, pasaron por la plaza
principal y la pequeña biblioteca con un reloj en la pared. Eso le decÃa que
eran las once y media.
El policÃa se detuvo frente
a la pequeña tienda con el letrero de cerrado en la puerta, revisando la puerta
y viendo el vacÃo interior.
Zach solo veÃa, raspando el hielo
de los tenis con la banqueta. Entonces el policÃa guio a Zach hacia su casa al
final de una hilera de casas similares. Las cortinas estaban abiertas y Zach
pudo ver por la ventana, las luces del árbol de Navidad dándoles la bienvenida
a ellos que seguÃan el limpio camino. El oficial Hamilton se desató sus botas
de nieve en la puerta y le indico a Zach que lo siguiera.
Zach vaciló. PodÃa sentir el
calor del interior, al ver las suaves luces de Navidad que decoraban la casa.
Sin embargo el policÃa le estaba pidiendo que entrara a su casa. Nadie sabrÃa
que Zach habÃa entrado en la casa. Con el policÃa. Con un extraño.
—¿Ben? —La voz era suave, y
una mujer apareció desde alguna parte del interior del brillantemente iluminado
vestÃbulo, deteniéndose a un lado del policÃa. Ella era pequeña y bien
arreglada y tenÃa una expresión de preocupación en la cara. Ella le recordaba a
su propia madre, sin la mirada de agotamiento que ella siempre parecÃa llevar—.
¿Que sucede?
—El policÃa se quitó la
chaqueta y la colgó en un gancho, quitándose los guantes y las pesadas botas.
—Tenemos un huésped por
Navidad, Mamá — contestó suavemente, haciéndole señas a Zach por la puerta del
frente y, como si entrara en un sueño, arrullado en parte por la voz de la
mujer, Zach entró por el umbral. El calor contra su congelada piel se sentÃa
caliente y doloroso y parpadeo ante el repentino cambio en su cuerpo mientras
cerraba la puerta detrás de él. Un momentáneo miedo hizo que le doliera el
estómago. Él no habÃa estado detrás de una puerta cerrada en una semana y estar
ahà lo sentÃa como una prisión mientras rápidamente podia decir.
Acogedor interior.
El policÃa, Ben, lo guio al
interior del cuarto, donde la chimenea crepitaba detrás de una reja, el árbol
estaba cerca
de la ventana y habÃa
regalos distribuidos al azar por el suelo. Zach le dio una real mirada al
hombre que lo habÃa sacado del cementerio de la iglesia. Era ligeramente más
bajo que Zach, sólidos y fuertes músculos, cabello oscuro y ojos avellana. El
uniforme se veÃa bien en él, ajustado y limpio. Zach odiaba los uniformes. El
policÃa no se veÃa como el oficial que cuida la seguridad en los parques o en
el oscuro lugar en donde él se habÃa dormido. No se veÃa fastidioso o suspicaz
ni duro. Eso ponÃa nervioso a Zach el enfrentarse con la contradicción en su
mente.
—Este es Zach. Necesita algo
de ropa y un lugar donde pasar la noche. —La voz de Ben era profunda y segura.
Él no dio excusas por traer a un extraño a la casa de su mamá, y en respuesta,
ella no se veÃa para nada enojada. ¿Qué, esto era como una casa de familia de
telenovela?
—Hola,
Zach. —Se estremeció ante las suaves palabras de la mamá del policÃa. —Ve y
lÃmpiate y yo calentare algo de sopa—. Ella no esperó a que él respondiera sà o
no, pero en ese momento, Zach pensó que un baño limpio y realmente lavarse y
quizás una cena caliente serÃa suficiente como para hacer que llorara. — Ben,
muéstrale a Zach el cuarto de baño, dale una maquina de afeitar desechable,
unas toallas y algo de tu ropa, querido—. Ella entonces le sonrió, pero Zach
estaba desorientado, exhausto, y adolorido. Todo lo que pudo hacer fue quedarse
de pie, no pudo formar palabras ni siquiera corresponder la sonrisa.
* * * * *
La siguiente hora fue un
estupor de calor y agua en la ducha, la puerta la habÃa cerrado con llave para
que nadie pudiera entrar. La cuchilla de afeitar raspó al retirar el delgado
vello de su barba de la cara. No habÃa usado un cepillo de dientes en una
semana. Se cepilló los dientes con un nuevo cepillo mientras se veÃa en el
espejo sobre el lavabo. Zach finalmente se sintió limpio por primera vez en
siete dÃas.
La última vez que él habÃa
logrado limpiarse habÃa sido hace dos dÃas en la sala de espera de la estación
de autobuses y el agua del lavabo estaba sospechosamente café. TenÃa un boleto
para salir de la ciudad en el bolsillo, a donde lo pudieran llevar, dieciocho
dólares y veinte centavos. Por su propia seguridad él necesitaba salir de
Harrisonburg. Solo Dios sabrÃa a donde lo llevarÃa el camino, pero mientras él
habÃa trazado con su dedo a lo largo de la ruta 181 en el mapa en la pared,
habÃa esperado que quizás pudiera llegar hasta Winchester. Ahà era donde un
primo segundo vivÃa y quizás ellos podrÃan aceptarlo hasta después de año nuevo.
La asistente detrás de la
ventanilla realmente no se habÃa reÃdo de él, pero ella le dejó claro que serÃa
afortunado si lograba llegar a mitad del camino con esa singular manera de los
adultos que venden boletos. Él habÃa aceptado lo que habÃa conseguido.
Terminando aquà en Dios sabe en qué lugar de Virginia, a medio camino de la
seguridad.
Se observó a si mismo
desapasionadamente en el espejo de cuerpo completo en la puerta del cuarto de
baño. Su cuerpo siempre habÃa estado demasiado delgado, mientras crecÃa
rápidamente, pero ahora su cuerpo era huesudo. Sus ojos se veÃan cansados y su
piel tenÃa un tono gris que hacÃa incluso más notoria su delgadez. Al menos su
cabello estaba limpio, cepilló hacia atrás su húmedo cabello rubio oscuro
alejándolo de la cara. Sus ojos azules parecÃan salirse de su cara. Estaban
rojos y con ojeras y el hematoma purpura en el borde no ayudaba en el asunto.
Se veÃa patético. Se sentÃa patético.
El policÃa le habÃa dejado
unos pantalones de algodón eran un poco cortos para su largo y delgado cuerpo,
pero estaban calientitos y secos y se sentÃa limpio usándolos, sobre su limpia
piel. Él se puso la camiseta y después una sudadera y se secó el cabello con la
toalla y se vio de nuevo en el espejo del cuarto de baño, inesperadas lágrimas
llenaron sus ojos. Por primera vez en dÃas, Zach estaba realmente viéndose a sÃ
mismo en algo diferente al aparador de una tienda. SabÃa que habÃa perdido
mucho peso, podÃa sentirlo en los jeans que habÃa estado usando, pero en el
espejo solo veÃa una sombra de sà mismo, golpeado, exhausto y tan malditamente
delgado.
Él se veÃa como el
estereotipo del chico de la calle, y se asustó que en tan poco tiempo hubiera
desaparecido el adolecente normal que luchaba con la escuela, quebrándose ante
la imagen frente a él.
Él sabÃa que él tenÃa que
enfrentar al policÃa y a la mamá del policÃa porque seguro como el infierno que
no podrÃa quedarse en el cuarto de baño para siempre.
Cuidadosamente él abrió la
puerta de baño, una pequeña parte de él esperaba que el policÃa estuviera
afuera con las esposas. Él no estaba ahÃ, pero eso no hizo que Zach se sintiera
menos nervioso. Se dirigió al pasillo, siguiendo las voces hacia la cocina.
Aparentemente ellos estaban hablando acerca de él, porque cuando entró al cuarto,
el silencio fue inmediato y de alguna manera incómodo. El policÃa estaba
sentado frente a la mesa con una taza en sus manos, se veÃa imposiblemente
joven para ser un policÃa a la brillante luz de la cocina. Su —de Ben—
mamá estaba junto a la estufa moviendo algo en una olla. Sus claros ojos
avellana eran cálidos mientras ella lo veÃa a él, sus labios se curvaron en una
sonrisa. TendrÃa que tener cuidado con lo que dijera y no hablar demasiado de
sà mismo.
—¿Caldo de pollo está bien,
cariño? —ella preguntó gentilmente, cuidadosamente.
—Dios si, —Zach dijo
rápidamente, hizo un gesto de dolor ante su pérdida de control y se dio cuenta
lo que habÃa dicho. Era posible que se sintiera alejado de Dios por dejar que
lo golpeara y lo rechazara su padre, pero eso no significaba que los otros no
tuvieran creencias. DebÃa cuidar mejor su boca. —Lo siento, señora —balbuceo
rápidamente—, quiero decir, si, me gustarÃa algo de sopa.
El policÃa resopló divertido
y su mamá palmeó el hombro de su hijo, amonestándolo por el inapropiado
comportamiento. Ella sirvió lo que parecÃa el cielo en un tazón, diciéndole a
Zach que se sentara y procedió a verlo como un halcón a su comida. Él no podrÃa
preocuparse por la forma en que ella lo veÃa o el policÃa que no se habÃa
movido de su asiento y aún lo observaba. De hecho probablemente ambos lo
estaban juzgando por su apariencia y por donde lo habÃa encontrado el policÃa.
—¿Ben, querido, ya estas
libre?
—Hasta mañana.
—Ve y quÃtate el uniforme.
Hay algo de tu ropa arriba del último fin de semana. Quizás puedas darme algo
de tiempo a mà y al joven Zach para que hablemos.
Zach levantó la cabeza, con
su pan a medio camino de la boca. Hablar. Mierda. Estaba tan
enproblemado.
—Regreso en diez minutos, —Ben
dijo, claro y firme, y Zach lo miró, habÃa una advertencia en la expresión del
policÃa —No te metas con mi mamá. Asintió ligeramente para hacerle saber
a Ben que habÃa entendido el mensaje y vio como el hombre de anchos hombros
dejaba la cocina.
—Entonces, Zach, ¿supongo
que no estás aquà por que tú lo hayas decidido? —Ella comenzó muy inocentemente
mientras le servÃa más sopa y le daba más pan. Ella lo miraba fijamente. Se
preguntaba qué era lo que ella veÃa en él y se sintió avergonzado de los viejos
y nuevos hematomas en su cara, medio cubiertos por el aún mojado cabello rubio
que lo tenÃa hacia su cara para esconderlos. SabÃa que se veÃa más joven de sus
cerca de dieciocho y que fácilmente lo confundÃan con alguien menor. Zach
estaba consciente de cada pequeña sensación en su cuerpo, el calor, la paz, la
quietud, la aceptación, pero todo eso era un error en ese momento. Él no se
merecÃa eso, y no sabÃa cómo manejarlo.
—No, señora —finalmente
dijo, mordiendo el pan y unas migajas cayeron en su sopa mientras comÃa. Si él
tenÃa la boca llena de comida, quizás él podrÃa evitar decir algo más. HabÃa
tenido suficientes sermones en su vida como para ser capaz de evadirlos.
—Ben dice que casi tienes
dieciocho, pero que solo sabe tu primer nombre.
Maldición. Su
apellido, ella querÃa saber su apellido. Él supuso que ya no importaba mucho
ahora, cuando no habÃa manera de que regresara a su casa. Solo faltaban dos
dÃas para que cumpliera dieciocho. Era demasiado tarde para que la mamá del
policÃa rastreara a su familia. Tragó el pan y la sopa de su boca y se limpió
la boca con el dorso de la mano, él captó la tranquilidad en los ojos de la
mujer.
—Zachary Weston, señora —él
finalmente se presentó—. Cumplo dieciocho el veintisiete de diciembre. —Ella
asintió pensativamente y él rápidamente se llevó otra cucharada de sopa a la
boca, el calor se deslizaba por su garganta como un cálido terciopelo. Ella no
habló inmediatamente, solo veÃa la taza entre sus manos antes de hacer la
siguiente pregunta.
—¿Puedes decirme por qué no
estás en casa con tu familia? —Ella vaciló por un momento, inclinando la cabeza
a un lado. —Supongo que tienes familia.
—Si, señora, tengo familia.
Mamá, papa y una hermana. Ellos —mi papá— ya no me querÃa en la casa.
—¿Qué hiciste para merecer
eso? ¿Estabas con la gente equivocada? ¿Drogas? ¿Alcohol?
El dolor se disparó en su
interior ante las opciones que ella le daba. Eran las razones por las que un
joven generalmente se quedaba sin hogar. ¿Ella pensaba que él era un adicto?
Nunca habÃa tocado un cigarrillo, menos drogas o alcohol… cerró los ojos
brevemente. ¿Por qué pensaba ella que él era el culpable? SabÃa que se veÃa lo
suficientemente mal como para que la gente supusiera que estaba en algo que lo
dañaba. Evitó su mirada viendo fascinado la sopa, su cabello cayó de nuevo
escondiéndose asà de la perspicaz mirada. ¿DeberÃa decirle toda la historia?
¿PodrÃa ella querer oÃr todos los reales detalles? Otra gente habÃa preguntado,
pero ellos realmente no querÃan oÃr.
¿DeberÃa él darle todos los
detalles acerca del estricto ex-militar que era su padre quien creÃa que las
lecciones deberÃan aprenderse mediante castigos corporales? ¿O del hecho de
haber sido educado en casa y del hecho de que no tenÃa amigos? Quizás solo
deberÃa de ir por la opción más fácil, la verdad de fondo de lo que le sucedÃa.
Él no querÃa mentirle. La vio directamente, la sopa se sentÃa inestable en su
estómago.
—Sucedió porque soy
homosexual —él dijo simple y suavemente y ella se inclinó para oÃrlo, entonces
ella frunció el ceño y se recargo en su silla.
—¿Y huiste? —ella preguntó
simplemente.
—¡No!— La reacción de Zach
fue instantánea. — Ellos trataron de arreglarme, pero eso no funcionó. No
querÃa que funcionara. Ellos me dijeron que me fuera.
—Ya veo. —Eso fue todo lo
que ella dijo. No oyó disgusto en su voz, pero eso no fue como que ella saltara
inmediatamente y descartara lo homosexual y lo abrazara.
—Gracias por la sopa,
señora. Aprecio su ayuda y la de su hijo. —Él tropezó al levantarse, sintiendo
agujas y alfileres en las piernas, y se dirigió al pasillo solo para detenerse
porque el oficial estaba bloqueando su camino. El hombre se veÃa fresco de la
ducha con el oscuro cabello en puntas y sus ojos avellana viéndolo
intensamente, se veÃa menos como policÃa y más como un tipo normal.
—¿A dónde crees que vas?
—preguntó, con su cabeza inclinada como enfatizando la pregunta. Zach vio la
intrigada mirada en los ojos del tipo y entonces vio una profunda compasión que
no habÃa visto en mucho tiempo.
—Me voy, señor…oficial.
Mire, gracias por su ayuda. Lo siento. —Las palabras de Zach salieron
temblorosas, pero se aseguró de que su intención fuera obvia. Él estaba
determinado a irse. Ellos no lo iban a querer bajo su techo ahora. Al menos él
habÃa conseguido llevar una comida caliente a su estómago y serÃa un maldito si
regresaba la cálida ropa que usaba. Solo tenÃa que encontrar sus zapatos, y
podrÃa irse. Probablemente podrÃa adelantársele al policÃa, tenÃa buenas
posibilidades dado que el otro hombre estaba descalzo. Zach bajó su mirada y
arrastró los pies pasando por su lado, pero fue detenido por una fuerte mano en
su brazo.
—¿Mamá? ¿Ã‰l te hizo algo?
¿Estás bien?
Ben ignoró a Zach, que se
movió de un pie al otro tratando de liberarse del agarre de Ben, la ansiedad y
el pánico se construÃan en su interior. Él no le habÃa hecho nada a la mamá del
policÃa; él no podrÃa. Débilmente él jalo su brazo, pero el maldito policÃa lo
tenÃa con un agarre de acero.
—Parece que los padres de
Zach lo echaron por ser homosexual — ella le contestó simplemente. Zach se jaló
logrando moverse en el cuarto. La expresión de Ben cambió a ira. Mierda, Zach
pensó inmediatamente, aquà viene. Y cuando el policÃa levantó una mano,
Zach se encontró preparándose para el inminente golpe.
En lugar de eso, el policÃa
colocó su mano suavemente en el hombro de Zach y pareció ignorar el hecho de
que Zach se habÃa hundido de miedo.
—Eso sucede mucho —dijo el
policÃa simplemente, su cara de alguna manera parecÃa amable cuando dijo eso—,
pero en esta casa eso no es un problema. Mamá tiene un hijo hetero, casado y
con dos hijos, y una hija con dos novios al mismo tiempo. —Hizo una pausa,
dejando que entendiera la primera parte. — Además ella me tiene a mÃ, a su hijo
policÃa homosexual.
—Oh —fue todo lo que Zach
pudo decir, frotándose el brazo en donde Ben lo habÃa agarrado para aliviar el
dolor.
—El que seas homosexual no
es algo que afecte el que te quedes aquÃ. ¿Bien?
Zach se giró para ver que la
mamá de Ben, seguÃa sentada ante la mesa, ella estaba asintiendo estando de
acuerdo. Se sentÃa extraño. Era como una amable e irreal reunión con gente
excepcionalmente linda que eran amables con un extremadamente solitario joven
de la calle. Parpadeó, abriendo más los ojos a todo lo que lo hundÃa, demasiado
bueno para ser verdad, pero de algún modo era muy real.
—Me voy a la cama, Ben. Por
qué no te sientas un momento con Zach, y luego le muestras el antiguo cuarto de
Jamie, hay ropa de cama limpia en el closet. — Ella se levantó dejó los tazones
en el fregadero y abrazó a su hijo. —Ellie llegará a las dos. Ella lo prometió.
Asà que mantente despierto por mÃ.
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